Reseña
Cuando a finales de los años cincuenta Gerardo Diego editó de forma conjunta sus dos antologías, la más panorámica de 1934 y la más programática de 1932, por este orden, dejó la puerta abierta a que alguien prosiguiera en uno o más volúmenes, arrancando de los nombres y las obras en los que él se detuvo, "la historia en antología de nuestra poesía mejor". Quienes aquí nos reunimos también aspiramos, como otros muchos han hecho, a continuar esa «historia en antología» de nuestra poesía contemporánea, en este caso de la poesía comprometida con el tiempo que la vio nacer. Toda antología propone un canon. Si, como afi rma Bloom, el canon literario es un arte de la memoria, ¿en qué medida el canon de las antologías guarda la memoria o por el contrario conduce al olvido del compromiso de los poetas?.