Reseña
El talento de aquellos inmigrantes procedentes del Macizo central francés fue establecer un sistema de compañías comerciales adaptado a las necesidades del lugar de destino, sea éste un pueblo remoto de Castilla o una calle populosa de la capital. España sigue siendo en el siglo XIX un país preindustrial. Los auverneses, por lo tanto, pueden continuar las actividades de sus antepasados, tahoneros o comerciantes de telas. A pesar de su obsesión por el retorno, su adaptación a las necesidades locales no deja de ser asombrosa: a mediados del siglo XIX comparten con los gallegos el monopolio de la panadería en el centro de Madrid, mientras que, en los pueblos, suelen explotar lonjas que sirven de base para las tournées de venta ambulante. Su sistema de venta a crédito no está exento de especulaciones. Afiliaciones familiares y ocupacionales sustentan este microcosmos. Su cohesión profunda radica en el mimetismo cultural de sus miembros. Los archivos familiares son prueba de ello.