Reseña
Estamos todos tan de vuelta de todo, tenemos tanta información, tantas opiniones, tanta ironía¿ No es fácil escribir un ensayo que descoloque y escandalice, que presente una idea novedosa e inesperada. Spufford lo ha conseguido con el argumento probablemente menos popular de nuestro tiempo: ¿Creo en Dios, para mí el cristianismo tiene sentido y estoy harto de que ustedes, los ateos y agnósticos, se crean más listos que yo¿. Profesor de literatura, intelectual progresista, Spufford demuestra aquí que se puede ser creyente y vivir en el mundo del siglo XXI sin aguantar que nadie le venga a perdonar la vida.
Ya les hemos contado el final, pero háganse un favor: pasen y lean. No se arrepentirán.
El escritor británico Francis Spufford es el Anti-Dawkins. En 'Impenitente. Una defensa emocional de la fe' (Turner), libro cuya publicación hace unos años en España pasó injustamente desapercibida, embiste con un divertidísimo y chestertoniano estilo contra las prietas filas ateas: "¿Hola? ¿Disculpe? ¿Desterramos la religión y todo el mundo empieza a vivir la vida en paz espontáneamente? No sé ustedes pero según mi experiencia la paz no es el estado de la humanidad por defecto, como tampoco lo es tener una vivienda del tamaño de los chicos de la serie 'Friends'"
Francis Spufford (1964) es licenciado en Literatura inglesa por la universidad de Cambridge, y actualmente compagina su actividad literaria con la enseñanza de escritura creativa en el Goldsmiths College de Londres. Con su anterior libro, Abundancia roja (publicado en esta misma colección en 2011) fue finalista del premio Orwell de literatura política. En 1997 el Sunday Times le consideraba ¿escritor promesa del año.
La clave de la festiva lucidez del libro de Spufford se esconde en el subtítulo, en ese "emocional" que adjetiva la defensa de la fe. Un evidente sarcasmo del fetichismo por la "racionalidad" de los pensadores ateos, por un lado. Y, por otro, y más importante, una preocupación por desentrañar lo que nos hace humanos que suena paradójicamente "científica". Su presentación del brete en que se encuentra hoy un creyente en Occidente es imperdible: "Mi hija acaba de cumplir seis años. En algún momento del año que viene descubrirá que sus padres son raros. Son raros porque van a la Iglesia".