Reseña
En Mierda y catástrofe, de forma deliberadamente fragmentaria, el filósofo y crítico Fernando Castro Flórez plantea reflexiones de urgencia sobre los paisajes violentos y accidentales que se nos administran cotidianamente. Del freakismo a la atracción hipnótica del vacío; de la cultura digital y la adicción a los videojuegos al análisis del aeropuerto como no-lugar por excelencia; de los performances extremos a la retórica del archivo; del Arte Povera al Land Art, se va trazando un panorama que es, al mismo tiempo, desolador y excitante, empantanado y provocador, para con todo reivindicar el paseo como generador de experiencia, como si hubiera todavía posibilidades para gozar del arte de perderse. En una época de aparente «estetización», cuando la cultura del simulacro parece que ha pactado con la banalidad del reality show, hay que intentar trazar cartografías (así en plural) de lo que nos pasa, aunque sea únicamente para evitar la desaparición de lo poco que queda del pensamiento crítico. No basta con la «indignación» frente a lo que da la impresión de ser un fraude, ni podemos contentarnos con repetir hasta la saciedad del cuento de El traje nuevo del emperador. La deriva escatológica del arte contemporáneo, en algunos casos con una obsesión por presentar literalmente lo repugnante, no supone que la única reacción posible sea el asco. Ni siquiera la «catástrofe» cierra el drama y la comedia de nuestro tiempo desquiciado.En Mierda y catástrofe, de forma deliberadamente fragmentaria, el filósofo y crítico Fernando Castro Flórez plantea reflexiones de urgencia sobre los paisajes violentos y accidentales que se nos administran cotidianamente. Del freakismo a la atracción hipnótica del vacío; de la cultura digital y la adicción a los videojuegos al análisis del aeropuerto como no-lugar por excelencia; de los performances extremos a la retórica del archivo; del Arte Povera al Land Art, se va trazando un panorama que es, al mismo tiempo, desolador y excitante, empantanado y provocador, para con todo reivindicar el paseo como generador de experiencia, como si hubiera todavía posibilidades para gozar del arte de perderse.Mierda y catástrofe intenta ofrecer una serie de claves o, mejor, una sintomatología provisional para conocer nuestras limitaciones (ese singular modo de instalarnos en el búnker), pero acaso sugiere que hay alguna mínima grieta que permita, más que camuflarse, realizar el truco mágico del escapista.