Reseña
Una sólida historia sobre la maternidad, la creación y la renuncia, la soledad del incomprendido, el arte como refugio y la construcción y la destrucción del relato único de aquello que somos.
Una novela que contiene en si a otra novela, y a un sinfín de historias que proliferan a la misma vertiginosa velocidad que lo hacen los personajes que las protagonizan: criaturas tiernamente extravagantes, luminosas y al mismo tiempo desvalidas que habitan un mundo insólito.
Con su trama de enredos, intrigas y rumores, su incesante desfile de personajes, y por supuesto, con sus ventiscas y su eterna atmósfera navideña, la desapacible Kimberly Clark Weymouth nos atrapa. Dentro de este pequeño universo de deriva impredecible y minuciosa factura, la ficción se nutre de lo real, y éste, a su vez, acaba siendo contaminado por la ficción en un ingenioso juego que hace saltar por los aires las fronteras entre aquello que distinguimos como la realidad y su representación. Entre maquetas a escala de ciudades sumergidas, cuadros de remotos paisajes imaginarios, cuadernos que contienen la vida de los otros, figuras encerradas en una bola de nieve, y poblaciones construidas a imagen y semejanza de una novela, La señora Potter no es exactamente Santa Claus cuestiona la naturaleza misma de la ficción y de los relatos que construimos.