Reseña
Prosiguiendo con la labor de recuperación de los textos de uno de los grandes pensadores del último siglo, presentamos ahora, nuevamente traducida, la que es su obra magna, a la que los últimos acontecimientos han conferido una enorme vigencia.
Si Marx dijo que la religión era un opio del pueblo, y Simone Weil replicó décadas más tarde que el marxismo se había convertido a su vez en una religión, Raymond Aron se aleja aquí de las enmiendas a la totalidad y penetra en el terreno de los matices: según el autor, es la rama mesiánica y revolucionaria del marxismo la que, junto con los nacionalismos de diverso pelaje, se ha convertido en una religión secular, en un opio de los intelectuales.
«Al tratar de explicar la actitud de los intelectuales, despiadados con las debilidades de las democracias, indulgentes con los mayores crímenes, siempre y cuando estos se cometan en nombre de las doctrinas correctas,
me encontré en primer lugar con las palabras sagradas: izquierda, Revolución, proletariado. La crítica de estos mitos me llevó a reflexionar sobre el culto de la Historia y, posteriormente, a interrogarme sobre una categoría social a la que los sociólogos no han prestado aún la atención que merece: la intelligentsia. […] Si observamos la realidad, si nos proponemos objetivos concretos, comprobaremos lo absurdo de estas amalgamas político-ideológicas con
las que juegan los revolucionarios de gran corazón y cabeza ligera, así como los periodistas ávidos de éxito. […] Dejemos la superioridad del fanatismo para los fanáticos sin remordimientos. […] Si la tolerancia nace de la duda, enséñese a dudar de los modelos y de las utopías, a rechazar a los profetas de la salvación, a los heraldos de las catástrofes. Apelemos, pues, al advenimiento de los escépticos, si ellos han de extinguir el fanatismo.»