Reseña
«El que ve no sabe ver»: esta presuposición atraviesa toda nuestra historia, desde la caverna platónica hasta la denuncia de la sociedad del espectáculo. La encontramos tanto en el filósofo que quiere que cada uno se quede en su lugar como en los revolucionarios que quieren arrancar a los dominados de las ilusiones que los someten.
Algunos emplean sutiles explicaciones o instalaciones espectaculares para mostrar a los ciegos lo que no ven. Otros quieren cortar el mal de raíz transformando el espectáculo en acción y al espectador, en hombre activo.
Los estudios aquí reunidos oponen a esas dos estrategias una hipótesis simple: el hecho de ver no implica su invalidez; la transformación en espectadores de los que estaban destinados a sufrir las imposiciones y las jerarquías de la acción ha podido contribuir a alterar las posiciones sociales; y la denuncia del hombre alienado por el exceso de imágenes ha sido, de entrada, la respuesta del orden dominante a ese desorden. La emancipación del espectador es entonces la afirmación de su capacidad para ver lo que ve y para saber qué pensar y qué hacer de ello.
Examinando algunas formas y debates del arte contemporáneo, este libro intenta responder a las siguientes preguntas: ¿qué entender por arte político o política del arte? ¿En qué punto nos encontramos respecto a la tradición del arte crítico y respecto al deseo de introducir el arte en la vida? ¿Cómo se ha convertido la crítica militante de la mercancía y de la imagen en la afirmación melancólica de su omnipotencia o la denuncia reaccionaria del «hombre democrático»